sábado, 1 de mayo de 2010

Paremos la pelota

Talleres deberá permanecer otra temporada más en el Torneo Argentino A. El torneo más federal e injusto del fútbol Argentino donde al tortuoso fixture que ofrece también se le suman siete equipos más que cualquier categoría de primer nivel, muchos más quilómetros para recorrer y la temible presencia de árbitros dotados de una sorprendente incapacidad. Demás está aclarar que estos son factores comunes para todos los equipos y lejos están de servir de excusa para semejante fracaso.

La misma tristeza que nos invadió a todos, sumó una desgracia más en estos tiempos de vacas flacas, en estas épocas de facturas por pagar. La gente se hizo protagonista en ésta temporada, fue la estrella del certamen llenando canchas en todo el país y poniendo en Chateau como nadie puede ponerlo hoy en día en Córdoba. El equipo empezó mal y a pesar de una remontada en la segunda etapa no llegó a estar a la altura de las circunstancias.

A veces es dificil comprender cuando alguien habla en caliente si los conceptos vertidos son fruto de una descarga o resultado de un proceso reflexivo. Pero se ven dedos acusadores de que la eliminación de Talleres es culpa de la Fundación, del Juez, del Fideicomiso y de las ida y vuelta de Lussenhoff.

Meter todo en la misma bolsa y perder la costumbre de mirar-pensar, suele ser un certificado de garantía de un nuevo tropiezo.
Ante todo aclaremos. La eliminación de Talleres de éste torneo clausura le ocurrió a un equipo armado con tiempo, pretemporada, que logro un buen volumen de juego y con un técnico serio y trabajador que hace muchísimo que no teníamos. Las ida de Lussenhoff (lo cual comparto es poco serio) permitió la aparición de jugadores y la consolidación de una nueva defensa. En resumen la eliminación de Talleres en el clausura fue deportiva, fruto de un fixture asfixiante y no tuvieron incidencia directa los vaivenes institucionales. Habría muchas posibilidades de que lo mismo suceda si las cosas se hubieran hecho bien.

La propuesta reflexiva apuesta a que a la hora de pensar en lo deportivo lamentemos los altibajos de los jugadores, a la hora de pensar en Lussenhoff, asumamos que siempre dejó todo y que cualquiera se hubiera ido para no volver, no volvió por dinero, volvió por culpa, para intentar arreglar una desafortunada maniobra que dejó una gris impresión, pero tampoco es el villano ahora.
También cuando evaluemos lo institucional pensemos en la falta de reacción del juez, de la gente, en la deuda y el tiempo que nos queda por pagar.

El miércoles juega Talleres y habrá que ir a la cancha, conviviremos con las butacas vacías que dejarán ausentes exitistas, con el consuelo de ver a los verdaderos hermanos, con la consigna de la tolerancia para escuchar reclamos todavías confundidos con el dolor del reciente fracaso, con la necesidad de estar ahí, como en toda familia. En las buenas y en las malas.